Hoy he visto este blog y comparto lo que dice :
Si
reflexionamos sobre una de las palabras que más escuchamos durante los últimos
meses, independientemente del contexto, seguro que se nos viene a la mente:
MIEDO.
Las
personas que trabajan en una empresa tienen numerosos miedos, lo cual no es
extraño, sobre todo teniendo en cuenta los mensajes tan dañinos que algunos
políticos sueltan como si nada, los titulares y las fotos que destacan los
periódicos a diario o las imágenes que se repiten con demasiada frecuencia en
televisión.
Miedo
a perder el trabajo, miedo a una reducción de plantilla, miedo a no cobrar la
próxima nómina, miedo a una fusión, miedo al futuro incierto de la empresa,
miedo al fracaso, miedo a la bajada de salario, miedo de un cambio de
puesto… MIEDO.
¿Qué actitud suele
adoptar la dirección de la empresa en esta situación? ¿Fomenta el miedo, o se
esfuerza por generar confianza entre sus profesionales cuando se sienten
asustados?
El
miedo ha sido utilizado como mecanismo de control y dominación social durante
mucho tiempo. Hemos vivido tantos siglos en la cultura del miedo y con un
sistema de control absolutamente férreo en las empresas, que ahora cuesta mucho
romper con ello. En algunas ocasiones, ni siquiera existe la intención de
acabar con este modelo obsoleto.
El
miedo bloquea, paraliza, anula la creatividad, impide el crecimiento de una
organización y el desarrollo profesional. El miedo
genera inseguridad, percibimos el entorno más agresivo y provoca que
entremos en una dinámica peligrosa: la espiral del miedo. Los
temores van generando otros nuevos y empiezan a crecer de manera indefinida,
alejándonos de un estado donde podemos hacer algo constructivo y enfrentarnos a
nuestros propios miedos, para poder romper esta espiral. Como dijo Sófocles: “Para
quien tiene miedo todo son ruidos”.
Tampoco
ayuda la figura del miedoso tóxico que hay en cada empresa.
Es quien suele buscar a alguien con quien compartir y reforzar su miedo y huye
del optimista, prefiere adoptar una actitud crítica y/o derrotista y para ello
necesita rodearse de gente afín. De manera inconsciente va en busca de malas
noticias, rumores y nuevos temores. Y para el resto de compañeros, es más fácil
dejarse influir por estas emociones negativas que contagiarnos de alguien que
contempla la vida con una actitud más positiva. Puede darse la
situación paradójica de que alguien que no sienta miedo y se muestre proactivo
y dinámico pueda hacer sentirse amenazado al miedoso tóxico. Si
además coincide que el miedoso tóxico es un directivo o un mando intermedio, su
influjo nocivo en el ambiente laboral se multiplica por 100.
Si
la excusa para dejarnos dominar por el miedo es que con el contexto
socioeconómico actual es imposible adoptar una actitud distinta, os
animo a buscar experiencias de superación en situaciones mucho peores. Un
buen ejemplo de ello es “El hombre en busca de sentido”. Viktor Frankl
fue un psiquiatra austriaco de origen judío que tenía una prometedora carrera
profesional. Cuando la amenaza nazi era más que evidente consiguió un visado
para emigrar a Estados Unidos con su esposa embarazada y poder continuar allí
con su profesión. Pero Frankl dejó caducar este visado para no abandonar a sus
padres. Poco tiempo después, toda la familia fue llevada a un campo de
concentración y entre otros incidentes desagradables, destruyeron el manuscrito
que recogía toda su obra.
Vivió
su experiencia en el campo de concentración, superando varias veces la idea del
suicidio para observar como el pesimismo en los prisioneros les llevaba al
autoabandono y finalmente a la muerte. Tras sentirse varias veces derrotado fue
capaz de recordar a través de notas su obra, buscarle sentido a la vida y
cuando fue liberado, pudo rehacer su carrera profesional con mucho esfuerzo y a
pesar de la pérdida de todos sus seres queridos y la traumática experiencia
vivida.
Para Viktor Frankl “la
vida merece ser vivida más allá de las circunstancias y la incapacidad de
descubrir el sentido de nuestra existencia es la que lleva al hombre a perder
el equilibrio interior y, por lo tanto, a la desesperación.”
Volviendo
de nuevo al terreno laboral, es evidente que necesitamos ayuda para no
dejarnos dominar por el miedo y ver la situación actual como una
oportunidad, no como una amenaza. Como dice Pilar Jericó en su fantástico
libro No miedo, “sólo quien tiene poder puede generar miedo”,
por lo tanto el generar un ambiente de confianza y deshacerse de una
gestión basada en el miedo es responsabilidad de la dirección de la empresa.
Es la que debe trabajar para contar con líderes emocionalmente inteligentes que
hagan crecer a sus equipos y que generen confianza, la clave para luchar contra
el miedo.
¡Qué
peligrosa es la incertidumbre en una empresa! ¡Cuánto daño hacen quienes creen
que la información es poder! Las
organizaciones son muy porosas y difícilmente la información que la dirección
no quiere compartir se queda ahí. Lo peor es que cuando llega a los niveles
inferiores del organigrama, el mensaje tiene poco que ver con el original, se
ha deteriorado mucho más.
El
gran reto de las empresas en estos momentos es dirigir generando confianza para
reducir los miedos que van creciendo y sobre todo no generar nuevos temores.
Para ello es imprescindible desarrollar una cultura corporativa que no castigue
el error y anime a innovar, a compartir y a arriesgar, que apueste por el
talento y las personas en su dimensión humana y emocional. Para conseguirlo es
primordial buscar la motivación de los colaboradores y abandonar de una vez el
modelo de gestión por control para adoptar uno de colaboración.
La
comunicación interna vuelve a ser una pieza clave.
El lenguaje que utiliza la dirección de la empresa cuando habla con sus
empleados, la escasez de comunicación, la falta de coherencia entre el discurso
y el comportamiento y la inseguridad que genera, alimenta los miedos de la organización
y crea otros nuevos.
La
responsabilidad social corporativa, tan en boga los últimos años, implica que
la empresa es responsable, entre otras cuestiones, de mantener un clima laboral
sano y de la seguridad y el bienestar físico y psíquico de sus trabajadores.
La dirección juega un
papel fundamental y del tipo de liderazgo que se ejerza y se promueva,
dependerá en gran medida el ambiente de trabajo.
Pero
si este argumento no resulta lo suficientemente convincente para algún CEO,
quizás sí lo sea uno de carácter económico. El clima laboral es un factor que
tiene una elevadísima incidencia en la productividad de la organización. Los
profesionales no pueden dar lo mejor de sí mismos si no están comprometidos y
sin confianza no puede existir compromiso.
Si
queremos tener trabajadores comprometidos con la organización tendremos que
buscar un diálogo abierto y transparente con ellos para ganarnos su
credibilidad. Y reforzar la credibilidad ganada con el resto de políticas de la
empresa.
Ser
un buen profesional está condicionado por el ambiente de trabajo y todos somos
responsables de generar un ambiente positivo, independientemente de cuál sea
nuestro puesto de trabajo. El estado de ánimo se contagia a
nuestros colaboradores y compañeros, así que por qué no reflexionamos sobre qué
estamos transmitiendo.
“El miedo representa
siempre las cosas bajo su peor aspecto.”
Tito Livio